La leyenda:

Atlas tuvo tres hijas, las Hespérides: Egle, Eritia y Aretusa. Las tres vivían en la tierra más occidental del mundo, unas islas maravillosas en el Océano Atlántico, un paraíso terrenal donde el clima era benigno y donde los árboles daban manzanas de oro.
La diosa Gea había hecho brotar esas manzanas como regalo de bodas para Zeus y Hera.
Las Hespérides cultivaban el Jardín y éste era custodiado por Ladon, un fiero dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas.
Hércules, el héroe más grande de la antigüedad, recibió la misión de realizar doce tareas, consideradas muy difíciles y conocidas como "Los doce trabajos de Hércules". El undécimo trabajo de éste consitió en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Las manzanas fueron entregadas a la diosa Atenea, quien las devolvió al jardín y sus jardineras, las Hespérides.
En cuanto a Ladon, el dragón guardián muerto por Atlas, sigue vivo en us hijos los árboles llamados dragos. Según la leyenda la sangre, que manaba de las herdias mortales del dragón, cayó sobre el jardín y de cada gota creció un drago.

Bienvenidos/as

El Jardín de las Hespérides es un lugar donde pretendo expresar y compartir todo lo que siento. El sitio donde desahogarme.
Un escondite a la luz.
¡Deseo que os guste!


lunes, 23 de mayo de 2011

Cuestión de belleza

Muchas veces oimos eso de… ¡Mira que flor tan bonita!
¡ERROR! Una flor no nace para ser bella, nace para ser flor.
La belleza no es equitativa, ni a nada equiparable, requiere de un ser que tenga la capacidad de descubrirla. A su lado pueden pasar cientos, miles, millones de seres… pueden pasar horas, días, semanas, meses e incluso años y ni siquiera darse cuenta de que estaba allí. Justo en ese rincón. No percatarse de su existencia.
Otros, sin embargo, le restarán importancia, no encontrarán nada que la haga singular, será “una flor más” en el paisaje que la contiene. También estarán los curiosos, esos que reparen en su color, singularidad y viveza; pero, sin embargo, seguirán su camino. Pasarán de largo. Pero… en algún momento aparecerá ese alguien que no la considere una flor más, alguien que tenga todo el tiempo del mundo para dedicarle. Deleitarse observando su exultante belleza, descubrir nuevas sensaciones acariciando sus delicados pétalos, embriagarse de su perfume, armarse de valor y decidir que es una flor demasiado hermosa para no conservarla. Para seguir de largo.
De esta forma, con profundo esmero y cariño, alrededor de sus raíces, cavará y poniendo todo su empeño y cuidado, la trasladará a su propio jardín. Lugar donde a cada momento pueda tenerla cerca, para mirarla, cuidarla, quererla. Podrá apreciarla, dejarse cautivar por ella. La plantará en su propio jardín y la querrá tal como es, tal como llegó. No le pedirá que cambie su color, aroma o apariencia. Nació así y así la quiere.
Y como esta flor eres tú, yo, somos todos. A tu lado podrán pasearse cientos, miles, millones de personas y verás como pueden pasar dias, semanas, meses o incluso años, hasta que alguien se percate de tu exitencia. Reconozca tus valores, aprecie tus sentimientos. Sólo alguien con la capacidad interior necesaria te descubrirá en medio del mundo, fijará sus ojos en ti y ahí, justo en ese momento, te hará parte de su mundo, pasando tambien a ser parte del tuyo.
Sin requisitos, ni condiciones. Sin necesidad de cambiar, mostrarte de otra forma, pensar distinto, vestir diferente… Sabrá que eres singular y que un solo cambio hará que dejes de ser especial.
Así que si quieres un consejo, deja de lamentarte. ¡Alégrate de haber nacido así! Y paciente, muy paciente, espere ese gran día. Tu día…

Cada cosa tiene su belleza. Pero, no todos poseen la capacidad de verla. Porque con el paso del tiempo verás que has de mirar dos veces para ver lo justo. Pero no mires más que una para ver lo bello.

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