La leyenda:

Atlas tuvo tres hijas, las Hespérides: Egle, Eritia y Aretusa. Las tres vivían en la tierra más occidental del mundo, unas islas maravillosas en el Océano Atlántico, un paraíso terrenal donde el clima era benigno y donde los árboles daban manzanas de oro.
La diosa Gea había hecho brotar esas manzanas como regalo de bodas para Zeus y Hera.
Las Hespérides cultivaban el Jardín y éste era custodiado por Ladon, un fiero dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas.
Hércules, el héroe más grande de la antigüedad, recibió la misión de realizar doce tareas, consideradas muy difíciles y conocidas como "Los doce trabajos de Hércules". El undécimo trabajo de éste consitió en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Las manzanas fueron entregadas a la diosa Atenea, quien las devolvió al jardín y sus jardineras, las Hespérides.
En cuanto a Ladon, el dragón guardián muerto por Atlas, sigue vivo en us hijos los árboles llamados dragos. Según la leyenda la sangre, que manaba de las herdias mortales del dragón, cayó sobre el jardín y de cada gota creció un drago.

Bienvenidos/as

El Jardín de las Hespérides es un lugar donde pretendo expresar y compartir todo lo que siento. El sitio donde desahogarme.
Un escondite a la luz.
¡Deseo que os guste!


martes, 10 de mayo de 2011

The voice whitin

Amanece. Se siente extraña. Tiene miedo, cree no poder con nada. 
Está asustada, su reflejo en el espejo la indigna de una manera sobrecogedora, se ve fea, se siente débil. Intenta esconderse bajo unas ropas sencillas, tímidas, casi tan feas como ella. Respira profundo, hace como que coge algo de fuerzas y sale a la jungla urbana. Esa ciudad llena de ruidos, de personas extrañas, desconocidos que la miran al pasar. Cruza la calle, se enfunda las gafas de Sol, intentando ocultar su asustadiza mirada, se pone los auriculares y abre paso a la música. Desvanece todo mal pensamiento a medida que la melodía la invade.
Al pasar junto a un parque, observa como unos niños juegan, despreocupados, inocentes, felices... comienza a recordar cuando era ella quien jugaba, sin miedos, ni problemas, cuando se sentía feliz.
De pronto, se pregunta ¿por qué me siento así? ¿quién me impide ser feliz? El vuelo de una mariposa consigue arrancarle una sonrisa, los pajarillos comienzan a trinar con una belleza exultante. Entonces, en ese justo momento, en aquel banco de la parada de guagua, comienza a ver como está dejando que sus sueños se esfumen cual humo de cigarrillo, se indigna consigo misma. Se enfada. Se grita de forma interior, hoy se ha dado cuenta de que no sólo tiene que sentirse segura en su habitación, de una forma extraña consigue abrir los ojos, ve más allá de sus narices, se ha dado cuenta de que la clave del éxito se encuentra en la confianza en uno mismo. ¿quién me ha dicho que no puedo? se pregunta, ¿por qué no voy a poder? les replica en sus pensamientos... Se acuerda de ella, su inspiración, la ve allí, sola, indefensa, sentada en una silla de ruedas, ve como tienen que darle de comer, ya no se vale, lleva pañales, no sabe de lo que habla, pero está allí, con fuerzas, sonriendo, no sabe por qué, ni para quién, pero lo hace, es fuerte.
Ahora, unas lágrimas descienden por la mejilla de la joven asustadiza, de forma sutil, pero segura, sin aspavientos. Aprieta sus puños, se acuerda de aquella promesa que le hizo a la señora en silla de ruedas, y con convicción se dice a sí misma ¡YO PUEDO!
Amanece. Se siente feliz. Tiene miedo, pero esta vez sabe que puedo con todo, porque... ¿quién mejor que ella misma para demostrar al mundo que se equivoca?
Hoy lo sabe, sigue asustada, pero su reflejo en el espejo la recibe con una amplia sonrisa, resulta sobrecogedor, besa la foto de la señora, le susurra un te quiero, coge el bolso, respira y sabe que es fuerte, lo siente, sale convencida a la jungla urbana, dispuesta a demostrar, que, esta vez sí, lo logrará.
Sabe que aunque indefensa la señora en silla de ruedas, cumplirá su promesa, siempre estará junto a ella, apoyándola y guiándola. Porque es una mujer de palabra. La crió y hoy se siente feliz, porque aunque no sea su madre, es su abuela y sabe que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Por eso hoy es feliz, porque sabe que nunca la olvidará. Que cuando la necesite sólo ha de mirar en el fondo de su corazón y allí estará, como esa estrella que siempre resplandece, la que sobresale, no por su tamaño, sino por su brillo.
No se equivoca el ave que ensayando su primer vuelo cae al suelo, sino aquel que por temor a caer renuncia a volar, a fin de cuentas, que hay más placentero que hacer aquello que el mundo te dice que nunca podrás hacer.

¡Hay queda eso! =)

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