Sentir. Sentir que deseas que el mundo se pare bajo tus pies, que te envuelven unas ganas inexplicables de que el reloj se pare, de pensar que si cerraras los ojos ahora sería como si nada hubiese pasado. Sentir como la situación se te escapa de las manos, como aunque grites no puedes hablar más claro, darte cuenta de que, aunque hundida, tienes ganas de seguir luchando. Sentir como la desesperación se apodera de tu cuerpo, y comienzas a ver como el reloj de arena de tu paciencia comienza a vaciarse. Oír murmullos a tu alrededor, comentarios de los que, aunque te gustaría, en estos momentos no eres capaz de evadirte. Sentir como se vuelve inevitable la situación. Como te duele en el alma no poder hacer nada. Darte cuenta de que tus esfuerzos, quizás son en vano, de que luchas contra la nada. Sentir como la desgana comienza a apoderarse de ti. Ver como el alma se te llena, poco a poco y muy lentamente de rabia. Querer gritar y no poder, sabes que no te van a escuchar. Darte cuenta de lo triste que es la situación. Sentir como los nervios contenidos te corroen por dentro, ver como las lágrimas te arropan a cada rato, en esos momentos que tienes libre. Sentir que los por qué de tus preguntas no tienen ningún tipo de contesta, ver como quien único puede responderlas, se refugia en su mundo y no se da cuenta de que te hundes, y aunque le tiende la mano, le pides que te ayude a subir, es inútil, no se da cuenta. Sentir que no te sientes especial, querer un beso y no poder recibirlo, necesitar un abrazo y que no haya quien te lo de. Sentir como el mundo que habías construido y creías tuyo poco a poco se deshace. Sentir que la agonía ha entrado en tu vida sin pasaje de ida. Sentir que pronto te quedarás sin ganas, y con ello perderás las fuerzas y muy lentamente, pero a tu vista, será como el paso de una estrella fugaz, la rutina se ha apoderado de aquello que más quería y sientes, que ahora, de verdad, es muy difícil rescatarlo.
Sentir que te quedas sin nada… eso, más o menos, es lo que se siente cuando la impotencia se apodera de cada parte de tu ser. Sentir que ya no puedes hacer más, que aunque te subas a la montaña y grites, será en vano, el eco se comerá tus palabras y pronto, muy pronto, quizás, ya sea tarde.
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