La leyenda:

Atlas tuvo tres hijas, las Hespérides: Egle, Eritia y Aretusa. Las tres vivían en la tierra más occidental del mundo, unas islas maravillosas en el Océano Atlántico, un paraíso terrenal donde el clima era benigno y donde los árboles daban manzanas de oro.
La diosa Gea había hecho brotar esas manzanas como regalo de bodas para Zeus y Hera.
Las Hespérides cultivaban el Jardín y éste era custodiado por Ladon, un fiero dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas.
Hércules, el héroe más grande de la antigüedad, recibió la misión de realizar doce tareas, consideradas muy difíciles y conocidas como "Los doce trabajos de Hércules". El undécimo trabajo de éste consitió en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Las manzanas fueron entregadas a la diosa Atenea, quien las devolvió al jardín y sus jardineras, las Hespérides.
En cuanto a Ladon, el dragón guardián muerto por Atlas, sigue vivo en us hijos los árboles llamados dragos. Según la leyenda la sangre, que manaba de las herdias mortales del dragón, cayó sobre el jardín y de cada gota creció un drago.

Bienvenidos/as

El Jardín de las Hespérides es un lugar donde pretendo expresar y compartir todo lo que siento. El sitio donde desahogarme.
Un escondite a la luz.
¡Deseo que os guste!


martes, 26 de abril de 2011

Recuerdos

A veces, uno intenta hacer que las cosas sean mejor de lo que son, a veces las personas nos creemos con el derecho de poder cambiar a nuestro antojo cualquier cosa, pero en ocasiones, las cosas nunca volverán a ser lo que eran. Sea por el motivo que sea.
Puede que quizás sea la dejadez, tal vez la tan asquerosa rutina, que invade cada momento de felicidad y hace que todo parezca monótono, quizás sea la infinita paciencia de algunos y el decir... "Bah! ya lo haré, todavía tengo tiempo" Pero a veces ya no queda tanto tiempo como pensamos.
En ocasiones creemos que la paciencia de los demás o el cariño que nos sienten es como un elástico, que se estira y se estira y luego vuelve a recuperar su forma habitual, pero no. Cuando el peso ya es demasiado, cuando los sentimientos están enredados y pesan, se rebasa el límite de la elasticidad y ahí, justo en ese instante es donde comienza el límite plástico de la paciencia y el cariño de los que nos rodean. Ahí cuando el tirante se rompe, es cuando queremos hacer todo lo que no hemos hecho anteriormente, cuando queremos enmendar nuestros errores y recompensar los momentos de dedicación, los favores, las sonrisas robadas, el apoyo brindado, los abrazos ofrecidos... y resulta que no nos damos cuenta que el destino es caprichoso, y que justo en ese momento, ya es demasiado tarde.
Entonces es cuando viene un alubión de preguntas: ¿por qué no me di cuenta?, ¿por qué no hice esto, o por qué hice aquello otro?
Pero ya es tarde para preguntarse esas cosas.
Las personas, en la mayoría de los casos, no nos damos cuenta de que el momento justo para actuar, es cuando esa persona que está esperándonos se encuentra alimentando su alma de recuerdos del pasado. Recuerdos en los que nosotros actuábamos como ahora hemos olvidado actuar. Ese es el momento justo, es el límite final entre el umbral de elasticidad y plasticidad.
¿Y bien? ¿A qué estamos esperando?
Algunos ya comenzamos a buscar recuerdos que nos alimenten.

2 comentarios:

  1. Está muy bien!! Me uno!
    Pásate por el mio, un besetee ;)
    http://majocanovas.blogspot.com/

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  2. muchas gracias, me voy a pasar por el tuyo ! =) un beso

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