A veces, uno intenta hacer que las cosas sean mejor de lo que son, a veces las personas nos creemos con el derecho de poder cambiar a nuestro antojo cualquier cosa, pero en ocasiones, las cosas nunca volverán a ser lo que eran. Sea por el motivo que sea.
Puede que quizás sea la dejadez, tal vez la tan asquerosa rutina, que invade cada momento de felicidad y hace que todo parezca monótono, quizás sea la infinita paciencia de algunos y el decir... "Bah! ya lo haré, todavía tengo tiempo" Pero a veces ya no queda tanto tiempo como pensamos.
En ocasiones creemos que la paciencia de los demás o el cariño que nos sienten es como un elástico, que se estira y se estira y luego vuelve a recuperar su forma habitual, pero no. Cuando el peso ya es demasiado, cuando los sentimientos están enredados y pesan, se rebasa el límite de la elasticidad y ahí, justo en ese instante es donde comienza el límite plástico de la paciencia y el cariño de los que nos rodean. Ahí cuando el tirante se rompe, es cuando queremos hacer todo lo que no hemos hecho anteriormente, cuando queremos enmendar nuestros errores y recompensar los momentos de dedicación, los favores, las sonrisas robadas, el apoyo brindado, los abrazos ofrecidos... y resulta que no nos damos cuenta que el destino es caprichoso, y que justo en ese momento, ya es demasiado tarde.
Entonces es cuando viene un alubión de preguntas: ¿por qué no me di cuenta?, ¿por qué no hice esto, o por qué hice aquello otro?
Pero ya es tarde para preguntarse esas cosas.
Las personas, en la mayoría de los casos, no nos damos cuenta de que el momento justo para actuar, es cuando esa persona que está esperándonos se encuentra alimentando su alma de recuerdos del pasado. Recuerdos en los que nosotros actuábamos como ahora hemos olvidado actuar. Ese es el momento justo, es el límite final entre el umbral de elasticidad y plasticidad.
Puede que quizás sea la dejadez, tal vez la tan asquerosa rutina, que invade cada momento de felicidad y hace que todo parezca monótono, quizás sea la infinita paciencia de algunos y el decir... "Bah! ya lo haré, todavía tengo tiempo" Pero a veces ya no queda tanto tiempo como pensamos.
En ocasiones creemos que la paciencia de los demás o el cariño que nos sienten es como un elástico, que se estira y se estira y luego vuelve a recuperar su forma habitual, pero no. Cuando el peso ya es demasiado, cuando los sentimientos están enredados y pesan, se rebasa el límite de la elasticidad y ahí, justo en ese instante es donde comienza el límite plástico de la paciencia y el cariño de los que nos rodean. Ahí cuando el tirante se rompe, es cuando queremos hacer todo lo que no hemos hecho anteriormente, cuando queremos enmendar nuestros errores y recompensar los momentos de dedicación, los favores, las sonrisas robadas, el apoyo brindado, los abrazos ofrecidos... y resulta que no nos damos cuenta que el destino es caprichoso, y que justo en ese momento, ya es demasiado tarde.
Entonces es cuando viene un alubión de preguntas: ¿por qué no me di cuenta?, ¿por qué no hice esto, o por qué hice aquello otro?
Pero ya es tarde para preguntarse esas cosas.
Las personas, en la mayoría de los casos, no nos damos cuenta de que el momento justo para actuar, es cuando esa persona que está esperándonos se encuentra alimentando su alma de recuerdos del pasado. Recuerdos en los que nosotros actuábamos como ahora hemos olvidado actuar. Ese es el momento justo, es el límite final entre el umbral de elasticidad y plasticidad.
¿Y bien? ¿A qué estamos esperando?
Algunos ya comenzamos a buscar recuerdos que nos alimenten.
Algunos ya comenzamos a buscar recuerdos que nos alimenten.
Está muy bien!! Me uno!
ResponderEliminarPásate por el mio, un besetee ;)
http://majocanovas.blogspot.com/
muchas gracias, me voy a pasar por el tuyo ! =) un beso
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