La leyenda:

Atlas tuvo tres hijas, las Hespérides: Egle, Eritia y Aretusa. Las tres vivían en la tierra más occidental del mundo, unas islas maravillosas en el Océano Atlántico, un paraíso terrenal donde el clima era benigno y donde los árboles daban manzanas de oro.
La diosa Gea había hecho brotar esas manzanas como regalo de bodas para Zeus y Hera.
Las Hespérides cultivaban el Jardín y éste era custodiado por Ladon, un fiero dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas.
Hércules, el héroe más grande de la antigüedad, recibió la misión de realizar doce tareas, consideradas muy difíciles y conocidas como "Los doce trabajos de Hércules". El undécimo trabajo de éste consitió en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Las manzanas fueron entregadas a la diosa Atenea, quien las devolvió al jardín y sus jardineras, las Hespérides.
En cuanto a Ladon, el dragón guardián muerto por Atlas, sigue vivo en us hijos los árboles llamados dragos. Según la leyenda la sangre, que manaba de las herdias mortales del dragón, cayó sobre el jardín y de cada gota creció un drago.

Bienvenidos/as

El Jardín de las Hespérides es un lugar donde pretendo expresar y compartir todo lo que siento. El sitio donde desahogarme.
Un escondite a la luz.
¡Deseo que os guste!


lunes, 6 de junio de 2011

Carta

Estimada M.P.R.V:
Bueno, no voy a preguntar cómo se encuentra, porque, por suerte o desgracia, me lo demuestra a cada segundo. No voy a pedirle perdón, tampoco lo considere así, simplemente me dirijo a usted para preguntarle… ¿qué le hice?, ¿por qué me trata así?
¡Ya lo sé! Me lo merezco… ¿es eso no? Ves… ¡ya lo intuía!
Me lo merezco porque no me levanto cada día a las 6 de la mañana para dejar todo recogido, las camas hechas, los baños limpios, la basura sacada. Me lo merezco porque cuando usted me llama, tarda más en colgar que yo en estar a su lado. Me lo merezco por no ser una joven responsable, por no haber demostrado que valoro las cosas. Me lo merezco por no ser humilde y sincera con usted y su esposo. Me lo merezco por no fregar los platos después del almuerzo, para que usted duerma 10 minutos más la siesta. Me lo merezco porque cuando quiere salir, soy yo la que no se queda con sus padres, para que pueda disfrutar de su tiempo tranquila. Me lo merezco porque no estudio. Me lo merezco porque estoy siempre malgastando el dinero, porque no aprecio lo que tengo y no me duelen las cosas.
Me lo merezco por todo eso y más, estoy segura.
¿Sabe usted algo? Creo que ha dejado de importarme tanto, sí, porque creo no merecerlo, porque creo que hoy, usted, es la que está siendo injusta conmigo.
¿Ha oído alguna vez eso de “quien no quiso cuando pudo no podrá cuando quiera”? Pues bien, creo que eso es lo que le pasará a usted.
Yo, personalmente me harté de pedir perdón, de arrastrarme para pedir favores, de ser siempre la mala… me cansé de ser la única a la que acusen de no saber lo que tiene al lado. Simplemente, he llegado a mi límite. ¡Ya basta!
Me gustaría que supiera, que cómo bien me enseñó algún día, cuando si hacía lo que su papel le pedía, llega un momento en la vida de todo niño/a, que ha de desprenderse de sus queridos papá y mamá y hoy, cómo bien me ha insinuado, toca buscarse la vida. ¿Pero sabe algo? Yo en cambio, no tengo el valor para decirle a usted lo mismo, no. No señor, soy demasiado cobarde, buena, masoquista o simplemente estúpida… ¡Cómo se prefiera mirar!
Hoy, esta noche, he decidido que no quiero darle más el gusto de verme mal. No, no me voy a hundir. Saldré a flote, me buscaré la vida y cuando diga usted… “ven te necesito” (porque ahí, en esos momentos, cuando hago falta, ya no se dirige a mí ni de usted, ni con el apodo de “la marquesa”) Yo, como hizo Jesucristo alguna vez, pondré la otra mejilla e iré. Sin rechistar, porque no hay mejor bofetada que la indiferencia y porque, para mí, es un orgullo saber que en ese aspecto, he conseguido no parecerme a usted. ¡Yo si acudo cuando me necesitan, cuando me lo piden!
Creo que será su justa lección el darse cuenta, sola, por usted misma, que no he sido yo quien se ha alejado. No, por el contrario, ha sido usted, la que de forma desmesurada me ha cargado los daños colaterales de una situación que nada tiene que ver conmigo.
Pero no me importa. Ya me da igual, es lo que tiene la rutina… llega un día en que terminas asumiéndola, entendiéndola e incluso aceptándola.
Además con esto he aprendido algo muy bueno, ¿sabe usted el qué?
Que los amigos son la familia que uno elige. Por eso, ahora que, el que creía mi mayor apoyo en la vida, me ha dejado casi desvalida, acudo a ellos y con la cabeza bien alta, ahora le digo que cuando quiera pedir disculpas, cuando de verdad, de corazón, desee enmendar su error, sus disculpas serán aceptadas.
Siempre y cuando el orgullo no le pueda.
Pd: estas letras no significan que no le quiera, todavía le guardo algo de respeto y aprecio.
¡Esa es la diferencia! Yo si la sigo valorando.

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