La leyenda:

Atlas tuvo tres hijas, las Hespérides: Egle, Eritia y Aretusa. Las tres vivían en la tierra más occidental del mundo, unas islas maravillosas en el Océano Atlántico, un paraíso terrenal donde el clima era benigno y donde los árboles daban manzanas de oro.
La diosa Gea había hecho brotar esas manzanas como regalo de bodas para Zeus y Hera.
Las Hespérides cultivaban el Jardín y éste era custodiado por Ladon, un fiero dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas.
Hércules, el héroe más grande de la antigüedad, recibió la misión de realizar doce tareas, consideradas muy difíciles y conocidas como "Los doce trabajos de Hércules". El undécimo trabajo de éste consitió en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Las manzanas fueron entregadas a la diosa Atenea, quien las devolvió al jardín y sus jardineras, las Hespérides.
En cuanto a Ladon, el dragón guardián muerto por Atlas, sigue vivo en us hijos los árboles llamados dragos. Según la leyenda la sangre, que manaba de las herdias mortales del dragón, cayó sobre el jardín y de cada gota creció un drago.

Bienvenidos/as

El Jardín de las Hespérides es un lugar donde pretendo expresar y compartir todo lo que siento. El sitio donde desahogarme.
Un escondite a la luz.
¡Deseo que os guste!


domingo, 12 de junio de 2011

Juzgada...


Tengo la debilidad de escribir, de plasmar lo que siento, expresarme mediante la prosa.
Hoy, me encuentro sentada en el banquillo de los acusados. Me toca declarar. Hoy declaro, que me declaro culpable.
Sí, culpable. Culpable de todo lo que no hice, culpable de todo eso que no dije a tiempo, culpable de las veces que he llegado tarde a una cita. Culpable de no haber pedido perdón en su momento, simplemente por orgullo. Culpable por no haberme dado cuenta antes de muchas cosas, culpable de haber permitido que me traicionaran. Culpable, por no haberme permitido soñar hasta hace muy poco.
Me declaro culpable, y no me arrepiento, es la verdad. Sólo yo soy culpable de no valorarme un poco más, culpable de haber perdido el tiempo en pensar en cosas que nunca sucedieron. Culpable por juzgar antes de tiempo, por haberme hecho perder a mí misma la capacidad de sorprenderme. Eternamente culpable…
A veces, el orgullo es un mal compañero de viaje, a veces, es preferible pedir perdón primero, llamar tú, dar el brazo a torcer… a veces más vale perder el orgullo, que por orgullo perder a alguien que de verdad merece la pena. Alguien que no te condiciona, que te quiere tal como eres, que no pide más, que sólo si sabe que estás bien, le basta para sonreír. Alguien especial.
Por todo eso, y seguramente, por mil razones más, hoy he decidido declararme culpable. Porque hoy soy yo la que te lo dice, pero más adelante será la vida, y puedo asegurarte, que no lo hará de una forma tan sutil.
La vida no se cuenta por el número de veces que respiramos, sino por el número de veces que perdemos el respiro.

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