La leyenda:

Atlas tuvo tres hijas, las Hespérides: Egle, Eritia y Aretusa. Las tres vivían en la tierra más occidental del mundo, unas islas maravillosas en el Océano Atlántico, un paraíso terrenal donde el clima era benigno y donde los árboles daban manzanas de oro.
La diosa Gea había hecho brotar esas manzanas como regalo de bodas para Zeus y Hera.
Las Hespérides cultivaban el Jardín y éste era custodiado por Ladon, un fiero dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas.
Hércules, el héroe más grande de la antigüedad, recibió la misión de realizar doce tareas, consideradas muy difíciles y conocidas como "Los doce trabajos de Hércules". El undécimo trabajo de éste consitió en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Las manzanas fueron entregadas a la diosa Atenea, quien las devolvió al jardín y sus jardineras, las Hespérides.
En cuanto a Ladon, el dragón guardián muerto por Atlas, sigue vivo en us hijos los árboles llamados dragos. Según la leyenda la sangre, que manaba de las herdias mortales del dragón, cayó sobre el jardín y de cada gota creció un drago.

Bienvenidos/as

El Jardín de las Hespérides es un lugar donde pretendo expresar y compartir todo lo que siento. El sitio donde desahogarme.
Un escondite a la luz.
¡Deseo que os guste!


domingo, 13 de octubre de 2013

Me quejo pero... y ¿a mí? ¡A mí me encanta divertirme!

Nos quejamos, nos encanta quejarnos. ¡Hay que admitirlo!
Los seres humanos somos inconformistas por naturaleza, tenemos prácticamente de todo, pero nunca es suficiente.
Cuando comienza el invierno queremos que sea verano y cuando llega el verano nos quejamos del calor.
Luchamos sin control para lograr entrar en una determinada carrera, pero cuando estamos dentro nos quejamos por el exceso de trabajo y estrés que nos produce.
Nos gusta comer caliente, pero nos quejamos cuando hay que soplar.
Adoramos las nuevas tecnologías pero nos quejamos del control excesivo que proporcionan a los demás de nuestra vida.
Aspiramos a encontrar a esa media naranja y cuando la tenemos nos quejamos de cómo nos trata, de las pequeñas discusiones del día a día y de todo lo que el amor implica.
Y nos quejamos y nos quejamos y volvemos a quejarnos.
¿Dónde está el problema? Aparte de esa innata cualidad de inconformistas que tenemos... Queremos que las cosas sean "ideales" y nos olvidamos de que la perfección no existe.
Alguna vez te has preguntado por qué te decepciona la gente... si no lo has hecho y si sí, pero no has hallado respuesta ya te lo digo yo; la gente nos decepciona porque de ellos lo mismo que nosotros les damos. Olvidándonos de que cada persona es un mundo y que no todos están dispuestos a entregarse en cuerpo y alma a una determinada causa...
Yo particularmente prefiero ver el lado bueno de las cosas y aprender de ellas.
Me declaro inconformista, sí, pero ¿qué le voy a hacer? si es mi naturaleza humana... siempre quiero más. Por eso procuro exigirme cada día un poco más.
Cuando comienza el invierno me hacen falta los días de playa y piscina, ansío tomar el sol y comer helado a toda hora y cuando llega el verano echo de menos las noches frías bajo una manta y los asaderos en el campo con el fresquito.
He luchado con todas mis fuerzas por alcanzar mi sueño, aún no lo he logrado, pero no me rindo y sí, me quejo del exceso de trabajo y el estrés, pero cuando veo que mi esfuerzo tiene recompensa sonrío y sigo adelante, subiendo peldaño a peldaño y luchando por mi sueño.
Adoro un buen plato de comida caliente, pero odio que esté hirviendo y tener que soplar para poder comérmela, porque ya no me sabe igual; eso sin contar que sentir que me he quemado la lengua es una sensación que me exaspera.
Me encanta el facebook, whatsapp y twitter... pero a veces reconozco que hago mal uso de ellas. Las empleo como vías de investigación con algunas personas y cuando me lo hacen a mí y me lo reprochan me cabreo.
Cuando estaba soltera siempre veía a los demás enamorados y felices de la vida y pensaba que yo nunca tendría a alguien que me tratara así... hace cinco años cuando le encontré estaba en un momento de mi vida en que había dicho ¡No al amor! y al final... acabé rendida a sus pies; reconozco que a veces si pudiera le mataría, que odio pelearme, pero que me encanta todo lo que una buena reconciliación implica.
Y me quejo y me quejo y me seguiré quejando.
Porque siempre que se critique algo de forma constructiva valdrá la pena. Porque para aprender hay que equivocarse y porque vivir la vida conformándose con todo no es nada divertido y... ¿a mí? a mí me encanta divertirme.


La vida no es la fiesta que esperaba, pero mientras esté en ella... ¡Bailaré!

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