No podía oír nada más que no fuera tu respiración, ni sentir nada más que no fuera tu piel.
Las revoltosas caricias hacían que cada milímetro de mi ser se estremeciera poco a poco, los besos eran cada vez más intensos y los susurros al oído provocaban sonrisitas estúpidas en mi cara...
Era ir del fuego a las cenizas y viceversa, como perdernos poco a poco el uno en el otro y muy lentamente fundirnos en uno.
Pronto desaparecieron la noción del tiempo y del espacio, nos brindamos tanto que el mundo dejó de existir durante un rato.
Olvidarse de todo, menos de ese momento.
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