La leyenda:

Atlas tuvo tres hijas, las Hespérides: Egle, Eritia y Aretusa. Las tres vivían en la tierra más occidental del mundo, unas islas maravillosas en el Océano Atlántico, un paraíso terrenal donde el clima era benigno y donde los árboles daban manzanas de oro.
La diosa Gea había hecho brotar esas manzanas como regalo de bodas para Zeus y Hera.
Las Hespérides cultivaban el Jardín y éste era custodiado por Ladon, un fiero dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas.
Hércules, el héroe más grande de la antigüedad, recibió la misión de realizar doce tareas, consideradas muy difíciles y conocidas como "Los doce trabajos de Hércules". El undécimo trabajo de éste consitió en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Las manzanas fueron entregadas a la diosa Atenea, quien las devolvió al jardín y sus jardineras, las Hespérides.
En cuanto a Ladon, el dragón guardián muerto por Atlas, sigue vivo en us hijos los árboles llamados dragos. Según la leyenda la sangre, que manaba de las herdias mortales del dragón, cayó sobre el jardín y de cada gota creció un drago.

Bienvenidos/as

El Jardín de las Hespérides es un lugar donde pretendo expresar y compartir todo lo que siento. El sitio donde desahogarme.
Un escondite a la luz.
¡Deseo que os guste!


lunes, 19 de marzo de 2012

Feliz día

De niña, soñaba con ser grande. Pero siempre había alguien que me recordaba lo pequeña que era, para algunas cosas. Alguien que me protegió, protege y protegerá siempre.
Alguien que me enseñó lo que es el amor incondicional. Pues por muy cabezota, miedosa, o incluso hasta caprichosa, que fuera en ocasiones, siempre me recibía, y aun recibe con los brazos abiertos. 
Alguien que me enseñó que la única forma que había de aprender a montar en bici era cayéndose. Alguien que siempre me apoyó cuando las cosas no me salían bien.
Alguien que me arrestó en el momento oportuno. Y me prohibió las cosas adecuadas en el momento justo. Alguien que me enseñó a valorar, cuidar y respetar lo que uno tiene, sea mucho o poco. Alguien que tan solo con su actitud, me ha enseñado que rendirse nunca ha sido, ni será una opción. 
Alguien que siempre ha creído, cree y espero que siga creyendo en mí. 
Porque aunque más de una vez no he tratado a ese "alguien" como debería, aunque más de una vez se me haya olvidado darle las gracias por algo y aunque más de una vez no haya sido  un modelo a seguir. 
El mayor orgullo que tengo en esta vida es poder llamar a ese alguien "Papá".
Dicen que padres buenos hay muchos, pero que los buenos padres no abundan. Porque no es difícil ser un padre bueno, lo complicado es ser un buen padre. Yo tengo la suerte, la fortuna, mejor dicho de tener un buen padre.
Porque cuando nací mi padre, cuando lo merecía, aparecía para aplaudir mis logros, que mientras fui creciendo me enseñó a diferenciar lo que está bien de lo que no, en mi adolescencia ha sido la autoridad que ha puesto límites a mis deseos, pero hoy, ahora que soy una adulta, es el mejor amigo y consejero que tengo.
Aunque sé que para él siempre seguiré siendo su niña. ¡Bonito estaría que no!
Porque cuando me equivoco me ayudas en lugar de reprimirme, cuando dudo me aconsejas y siempre que te llamo estás ahí para mí. Gracias por haberme educado así, porque si hoy me puedo sentir orgullosa de algo es de ser la mujer que soy, por tener el padre que tengo.
¡Te quiero papá!

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