Me pregunto qué necesidad tengo de sentirme la mala de una historia que ni siquiera existe, una historia que no es real, pues jamás he querido crearla, no pretendía ser cruel con mis palabras. Sólo quise expresar lo que quería de la mejor forma posible, pero una vez más, se ve que no lo hice bien.
Si callas eres malo y si eres sincero eres peor. Al final es la conclusión que me queda...
¡Perdón! Perdona si me duele, pero los sentimientos son esos parásitos incontrolables que nos desbocan, y así como estalla la pasión por dentro y te embriaga, el dolor también lo hace. Estalla y se esparce dispuesto a nublarte las entendederas, dispuesto a hacerte ver siempre el vaso medio vacío.
¡Me cansé! pero no de tí, sino de una situación que no comprendo. De una sensación que no pretendo evocar, ni en ti, ni en mí, pero a veces no hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no está dispuesto a escuchar. Porque... aunque yo tenga ganas de hablar, siento que no quieres escuchar.
Hay veces que falta ese último beso, el que selle la grieta que todavía quedó abierta, porque a veces, estaría dispuesta a prenderle fuego a la lluvia, pero, sin embargo, hay veces que la lluvia me golpea tan fuerte, que a pesar de tener unas manos fuertes, mis rodillas se debilitan y soy incapaz de mantenerme en pie frente a tí y acabo a tus pies, rendida, sin fuerzas y sin más opción.
Una última pregunta: ¿Cuándo te veré de nuevo?
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