La leyenda:

Atlas tuvo tres hijas, las Hespérides: Egle, Eritia y Aretusa. Las tres vivían en la tierra más occidental del mundo, unas islas maravillosas en el Océano Atlántico, un paraíso terrenal donde el clima era benigno y donde los árboles daban manzanas de oro.
La diosa Gea había hecho brotar esas manzanas como regalo de bodas para Zeus y Hera.
Las Hespérides cultivaban el Jardín y éste era custodiado por Ladon, un fiero dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas.
Hércules, el héroe más grande de la antigüedad, recibió la misión de realizar doce tareas, consideradas muy difíciles y conocidas como "Los doce trabajos de Hércules". El undécimo trabajo de éste consitió en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Las manzanas fueron entregadas a la diosa Atenea, quien las devolvió al jardín y sus jardineras, las Hespérides.
En cuanto a Ladon, el dragón guardián muerto por Atlas, sigue vivo en us hijos los árboles llamados dragos. Según la leyenda la sangre, que manaba de las herdias mortales del dragón, cayó sobre el jardín y de cada gota creció un drago.

Bienvenidos/as

El Jardín de las Hespérides es un lugar donde pretendo expresar y compartir todo lo que siento. El sitio donde desahogarme.
Un escondite a la luz.
¡Deseo que os guste!


martes, 31 de enero de 2012

Rain over me

Definitivamente odio esta sensación. A veces me pregunto qué hice mal, pero por más que lo pienso, menos sé. Al final es como la pescadilla que se muerde la cola; "sólo sé que no se nada" Pues, valga la rebundancina, no se nada. Ni idea, ni puñetera idea.
Me pregunto qué necesidad tengo de sentirme la mala de una historia que ni siquiera existe, una historia que no es real, pues jamás he querido crearla, no pretendía ser cruel con mis palabras. Sólo quise expresar lo que quería de la mejor forma posible, pero una vez más, se ve que no lo hice bien.
Si callas eres malo y si eres sincero eres peor. Al final es la conclusión que me queda...
¡Perdón! Perdona si me duele, pero los sentimientos son esos parásitos incontrolables que nos desbocan, y así como estalla la pasión por dentro y te embriaga, el dolor también lo hace. Estalla y se esparce dispuesto a nublarte las entendederas, dispuesto a hacerte ver siempre el vaso medio vacío.
¡Me cansé! pero no de tí, sino de una situación que no comprendo. De una sensación que no pretendo evocar, ni en ti, ni en mí, pero a veces no hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no está dispuesto a escuchar. Porque... aunque yo tenga ganas de hablar, siento que no quieres escuchar.
Hay veces que falta ese último beso, el que selle la grieta que todavía quedó abierta, porque a veces, estaría dispuesta a prenderle fuego a la lluvia, pero, sin embargo, hay veces que la lluvia me golpea tan fuerte, que a pesar de tener unas manos fuertes, mis rodillas se debilitan y soy incapaz de mantenerme en pie frente a tí y acabo a tus pies, rendida, sin fuerzas y sin más opción.


Una última pregunta: ¿Cuándo te veré de nuevo?



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